Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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La simbiosis en la institución, Grupo español de estudio-Seminario Bleger


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LA SIMBIOSIS EN LA INSTITUCIÓN. Posibles líneas de investigación [1]

(A propósito de la lectura colectiva de “SIMBIOSIS Y AMBIGÜEDAD”, de José Bleger) [2]

Hemos ido aislando distintas problemáticas a raíz de la lectura de esta obra en relación con nuestro ECRO. Dicha lectura viene con la necesidad de complejizar y dar respuesta a fenómenos y teorizaciones que hasta la fecha han sido elementos nucleares en nuestra práctica. Estas nuevas aportaciones nos proponen un cambio, lo cual inicialmente provoca confusión, lo que hasta ahora era leído de un modo (lo viejo), necesita ser comprendido de otro modo más complicado, más nuevo.

Un proyecto de trabajo extenso que tendrían que recorrer, aunque no secuencialmente, estos apartados:

  1. A) Inicialmente nos planteamos la posibilidad de comprender los conceptos de Bleger y sobre todo el encontrar mediadores de estos conceptos para su aplicación práctica.
  1. B) A lo largo de esta lectura difícil, los aportes de Bleger complejizaban los siguientes aspectos de nuestro ECRO:
  • Teoría de la enfermedad única. La noción de vínculo y la noción de necesidad quedan resignificados.
  • La psicopatología, entendida básicamente desde las posiciones esquizoparanoides y depresivas kleinianas.
  • La influencia de la teorización kleiniana de las posiciones en la comprensión de los fenómenos grupales e institucionales.
  • La importancia de los núcleos ambiguos en los procesos de enseñanza y aprendizaje.
  • Características del emergente ante la movilización del núcleo aglutinado.
  • Un modelo de la crisis.
  • El estudio de la ambigüedad desde la teoría de los ámbitos.
  1. C) Y nos hacían intuir su utilidad para el estudio de fenómenos como:
  • La simbiosis en la institución y sus diversas manifestaciones, entre ellas:
  • Cómo las instituciones no favorecen el desarrollo profesional
  • Mecanismos infantilizantes en la Institución
  • Manifestaciones de simbiosis institucional en la atención a las familias
  • Los protocolos y los procedimientos como modo de evitar la lectura discriminada de las necesidades
  • La ausencia de conflictos como objetivo institucional
  • La administración (Bleger) de técnicas como depositarias de lo indiscriminado.
  • Incluir en el análisis de la contratransferencia la ambigüedad y la simbiosis
  • La violencia de género
  1. A) Inicialmente nos planteamos la posibilidad de comprender los conceptos de Bleger y sobre todo el encontrar mediadores de estos conceptos para su aplicación práctica.

Iniciamos una exploración a través de analizar semejanzas y diferencias del concepto de sincretismo, aglutinación con otras concepciones y conceptos de distintas tradiciones psicoterapéuticas pero que intentan describir fenómenos similares y de aplicación clínica, como por ejemplo dependencia patológica, pseudomutualidad, relación simbiótica, simbiosis o vínculo simbiótico.

El estudio de varios artículos de Silvia Amatti nos sirvió también para poder captar más claramente algunos conceptos de Bleger y la posible aplicación a situaciones clínicas.

Nos llevó varias sesiones clarificar las motivaciones de la necesidad del vínculo simbiótico, Silvia Amatti nos señala, el “deseo universal (quizás una fantasía originaria) de la benévola complementariedad del mundo externo con nosotros mismos.

El inicial desvalimiento del ser humano que, como dice Freud, "es la fuente primordial de todos los motivos morales", es también el motivo de la necesidad omnipotente de seguridad.

El concepto de vínculo simbiótico expresa la absoluta necesidad de proyección y depositación de las ansiedades arcaicas y de indiferenciación de la persona, en el mundo externo, lo cual brinda un sentimiento de seguridad y pertenencia en todas las etapas de la vida.

La depositación del “núcleo ambiguo” a través del vínculo simbiótico define la íntima dependencia del sujeto de su ambiente externo inmediato que es portador y depositario de los aspectos menos discriminados del sujeto. Esta depositación le “devuelve” sentimientos de seguridad y pertenencia.

La cualidad omnipotente del vínculo simbiótico se encuentra en la más primaria y absoluta necesidad de recibir atribución de existencia y pertenencia de un otro complementario, para poder funcionar psíquicamente”.

No podemos dejar de mencionar los aportes interesantes, además de su magnífico “Glosario blegeriano”, de Elio Fischetti, al que hemos recurrido en diversas ocasiones.

  1. B) A lo largo de esta lectura difícil, los aportes de Bleger complejizaban los siguientes aspectos de nuestro ECRO:
  • Teoría de la enfermedad única. La noción de vínculo y la noción de necesidad quedan resignificados.

En la concepción pichoniana, la disociación aparece como instrumento que posibilita la evolución y el desarrollo, mientras que Bleger añade a la evolución tanto la capacidad de mantener el clivaje con el núcleo aglutinado como la capacidad de ir discriminando dicho núcleo.

En el proceso de maduración y desarrollo del individuo, los planteamientos de Bleger apuntan a considerar la evolución del individuo como paralela y clivada: por un lado una vincularidad sincrética y por otro una vincularidad más discriminada, centrada en la oscilación de lo esquizo-paranoide y lo depresivo. Contempla la evolución no sólo como consecuencia de los mecanismos de disociación e integración, sino también de la dialéctica: mantenimiento de la indiscriminación-discriminación, (pag.171) “En la posición esquizoparanoide, ocurre, en cambio, una disociación del objeto y del yo involucrado, pero se mantiene o existe también un yo integrado que es el que soporta el conflicto o el que recurre o pone en juego las técnicas defensivas, y falta además el sincretismo yo-no yo”.

En lo relativo a la psicopatología, se complejiza cuando tratamos de entenderla no solo en términos de disociación y ubicación de los objetos en las diferentes áreas de conducta, con sus consiguientes técnicas defensivas y la capacidad de integración del individuo y pasar a la posición depresiva; sino que también tenemos que atender a las manifestaciones que provoca el grado de mantenimiento de la simbiosis, así como a “los fenómenos patológicos que derivan de la ruptura o peligro de la ruptura del clivaje: confusiones, epilepsia, melancolía, manía, psicopatía, perversiones, hipocondría, que pueden estabilizarse o estereotiparse como defensas del yo”.

Como decimos, se podría establecer una nosología basada no solo en las técnicas de ubicación de los objetos divalentes ya recogida por Fairbairn (lo disociado y sus mecanismos de seguridad), sino también el nivel de sincretismo en la personalidad del sujeto así como su manejo (de lo sincrético o lo ambiguo), la capacidad de mantener el clivaje o no. En esta dirección Ana Pampliega de Quiroga señala: “Como veremos, la patología se va a manifestar como “trabas internas” con tendencia a la fijeza de estructuras, a la separación o disociación de elementos, a las condensaciones irreversibles y a la cristalización de situaciones, siendo tal vez todas estas características formas en las que está incluida la omnipotencia, a diferencia de la flexibilidad y la plasticidad necesarias para la adaptación a la realidad.”

Dichas condensaciones y cristalización de situaciones consideramos que hacen referencia al pensamiento de Bleger en relación con los núcleos aglutinados y la simbiosis. De ahí la necesidad de incluir en el trabajo asistencial las técnicas de Bleger para trabajar sobre la indiscriminación.

¿Cómo pensamos estas “nuevas” defensas como técnicas instrumentales y no solo como defensas?

El proceso corrector se amplifica en el sentido de Bleger de que la indagación y explicitación o explicación de lo implícito no se reduce “únicamente a la integración de lo preexistente, sino que llega a ampliar la personalidad incorporando a la misma elementos que como tales nunca han existido; la ampliación de la personalidad no es solo consecuencia de la resolución de conflictos (divisiones esquizoides) de la parte neurótica, sino también de una evolución de la parte psicótica de la personalidad”.

  1. C) Y nos hacían intuir su utilidad para el estudio de fenómenos como:

- La simbiosis en la institución y sus diversas manifestaciones.

Cuando hablamos de simbiosis institucional en la asistencia en la relación profesional-equipo, paciente-usuario[3] queremos hacer referencia a un modo de asistir caracterizado por intervenciones repetidas, en las que está excluido el pensamiento, donde se dan una serie de actuaciones que no se cuestionan, donde la finalidad de cambio no aparece y donde predomina la indiscriminación.

La relación asistencial, a veces tácita, implica un intercambio mudo de expectativas implícitas, no discriminadas muchas veces, depositadas de forma común en lo obvio de la institución.

Las manifestaciones simbióticas institucionales se caracterizan por:

  • el “como si”, “como si” estereotipado y rígido y no como momento de pretarea a superar en los momentos de tarea.
  • por la rutina, con los consiguientes sentimientos contratransferenciales (Rutina Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas.) como un sentimiento de atrapamiento, claustrofóbica en la situación, sin salida. Surgen a menudo fantasías de ruptura violenta solo como alternativa y reforzadora de la situación de bloqueo y parálisis, por la sensación de sometimiento, obligados a jugar un rol no satisfactorio por lo repetitivo. El impasse perpetuo. En las instituciones asistenciales con pacientes crónicos, paciente, familia e institución parecen sostener un mensaje del tipo, “mientras seas el carcelero mudo nos llevaremos bien”.
  • Por la ausencia de crítica, de oposición, de resistencia, a lo que hace sufrir a los profesionales, o, al decir de Ulloa, por la dificultad para percibir la crueldad en las relaciones.[4]

Estas manifestaciones se dan con mayor frecuencia:

  • cuando no se tiene la sensación de necesitar algo psicológico, cuando las motivaciones no están claras, cuando los pacientes-usuarios demandan la confirmación de un rol de enfermo, dependiente.
  • cuando la finalidad que aparece en el discurso institucional tiene como función encubrir otras finalidades de carácter más espurio, como la segregación, la depositación, la exclusión, pero que son demasiado fuertes para ser aceptadas explícitamente.
  • Dado el mandato institucional (propio de las instituciones públicas) de aceptar la totalidad de las demandas y dar respuesta a todas ellas, incluidas aquellas muy indiscriminadas y con escasa capacidad elaborativa.

La simbiosis en la institución y la ausencia de demanda en las instituciones de rehabilitación

A modo de ejemplo, y como una de las situaciones donde los fenómenos de simbiosis se presentan en las instituciones, vamos a abordar los fenómenos simbióticos que se manifiestan en las instituciones rehabilitadoras, centrándonos inicialmente en la demanda a dichos dispositivos. Trataremos de reflejar algunos aspectos de los vínculos que se establecen en ellas (destinadas a rehabilitar) como mantenedores y a veces favorecedores de la cronicidad. Cronicidad entendida como cronicidad del vínculo.

Relatamos también algunos de los comportamientos que observamos en instituciones en las que trabajamos, y en otras que supervisamos, que facilitan desde nuestro punto de vista el mantenimiento de la cronicidad.

Consideramos que en el desarrollo de cualquier programa rehabilitador es necesario tomar en cuenta dichos fenómenos, porque en caso contrario corremos el peligro siempre acechante del institucionalismo y de la objetivación del paciente, de reproducir la cosificación manicomial en los nuevos dispositivos. Y también de reproducir en los nuevos dispositivos, no manicomiales, el mismo tipo de vínculo que en la familia del paciente[5].

Podemos asistir a una indiscriminación entre el encuadre profesional-institucional y el encuadre del paciente en el proyecto de rehabilitación, lo cual lleva a descubrir con sorpresa y tardíamente efectos de ésta como la poca implicación del paciente, la ausencia de generalización de los aprendizajes, el malentendido básico sobre los deseos en juego en el proyecto de rehabilitación, adquiriendo las intervenciones la forma del “como si”, transformadas éstas en entretenimiento (“tener dentro” dice Sarraceno).

Frente a la ausencia de discriminación de la demanda observamos con facilidad ver al paciente-usuario siendo objeto de proyectos e intervenciones.

Un modo de enfrentarse a la indiscriminación de la demanda suele ser sustituir el análisis de la demanda por la evaluación funcional, que consistiría, desde una perspectiva de normalidad, en conocer el perfil concreto y específico de habilidades y déficits que presenta cada uno de los sujetos, así como las características y demandas del medio social y familiar en el que vive o podría vivir, de tal modo que se podrían especificar los objetivos a conseguir en las diversas áreas problemáticas.

Un modo más cercano a nuestro modo de actuar es considerar que la ambivalencia constituye el núcleo central de cualquier problema psicológico, y por tanto entendemos la situación en términos de dos fuerzas antagónicas (conflicto de ambivalencia) ya en el propio sujeto: la tendencia al cambio (a alcanzar un nuevo equilibrio) y la resistencia al cambio (la tendencia a permanecer en el equilibrio ya logrado) y tendemos a interpretar la ambivalencia vinculada al desorden comportamental del paciente-usuario.

APLICACIÓN PRÁCTICA

Se trataría de aplicar ciertos conceptos de Bleger para poder entender algo del vínculo que se establece entre el paciente psicótico y su familia y también con la institución tratante. (Hochmann).

Tratamos de explicar ciertos fenómenos que contemplamos en la clínica y en la asistencia a los pacientes psicóticos.

Nos llama la atención, a diferencia de la imagen del paciente psicótico reacio, rebelde a los tratamientos, sin conciencia de enfermedad, la extrema adaptabilidad del paciente psicótico a contextos (ya sean familiares o institucionales) que podríamos definir en un sentido amplio como maltratantes.

Observamos en algunos pacientes psicóticos la extrema dificultad que pueden experimentar en quejarse del rechazo o desafecto de su contexto familiar, de los demás. Los vemos también adaptarse a contextos familiares e institucionales infantilizantes, cosificadores, rutinarios, aburridos, faltos de vida.

Ello implica que en ciertos espacios subjetivos exista la potencial aceptación inconsciente y tácita de cualquier realidad exterior. Observamos de modo frecuente la apatía, la falta de proyecto, la indiferencia respecto a lo que sucede en el mundo exterior, la adaptación a una vida que Pichon caracterizaría como una intensa y rígida adaptación pasiva a la realidad, solo rota por los momentos de eclosión delirante, después de la cual se produce una vuelta a dicha pasividad.
Nos comentaba en tono de broma José Leal, casi a modo diagnóstico, que cuando iba a supervisar un equipo, preguntaba inicialmente si realizaban Mándalas, en caso afirmativo decidía no supervisar al equipo. La cosa se complica, desde nuestro punto de vista cuando son los propios pacientes los que piden hacerlos o se resisten a cambiar de actividad por otras más personales, más vitales.

El no querer recordar ni proyectar, ni pensar, ni siquiera desear, implica también una inclusión de la ambigüedad para evitar la frustración.

Aparece, entonces, como tarea terapéutica esencial, “salvaguardar una idea de lo humano versus ser "cosa", o de "la tendencia a volverse cosa" que Lichtenstein (1966) llama metamorfosis o cosificación y que es lo propio de la alienación traumática.”

Se reproduce con demasiada frecuencia en las instituciones el vínculo que Luchina plantea entre la madre ambigua y el paciente confuso. Está prohibido denunciar, incluso percibir la ambigüedad de la institución tratante, ambigüedad que a modo de ejemplo estaría entre la propuesta de rehabilitación e inserción, incluso de empoderamiento, y la realización de prácticas asistenciales contradictorias a dicha propuesta.

Pondré un pequeño ejemplo, en una institución de rehabilitación, se organizan salidas culturales, dichas salidas se realizan desde el Centro, saliendo de modo bastante escolar todos los pacientes juntos, “pastoreados” por uno o dos profesionales. Después de muchas salidas de este tipo, alguien plantea por qué no quedar directamente en el lugar donde se realiza la exposición cultural, lo cual serviría también para desarrollar, o en todo caso valorar, la autonomía de las personas, así como para contrarrestar un vínculo de dependencia, de falta de autonomía y el mensaje infantilizante que la institución habitualmente manda al paciente. Este tipo de señalamientos siempre adquiere la característica que Bleger resalta en aquellas intervenciones tendentes a la discriminación, como de “estar forzando” a la persona, en este caso al equipo.

Ello concierne a un problema inconsciente atinente a la realidad psíquica subjetiva según la cual es imprescindible que exista un depositario concreto en la realidad externa, sean personas o instituciones. En condiciones de normalidad, esta dependencia del contexto no es percibida y queda como un tácito “background of safety” (Sandler, 1987) o sea, un sentimiento de certeza acerca de la adecuación de las propias percepciones al ambiente. (Amatti, Silvia)

Un pequeño ejemplo de cómo se manifiesta esta simbiosis en la relación con la institución, es esta pequeña viñeta de una entrevista con los padres de un paciente psicótico en un dispositivo de rehabilitación, me ceñiré solamente a un momento de la conversación entre los padres y el profesional:

“En un primer momento los padres me comentan los consejos de un psiquiatra que también visita a su hijo, psiquiatra buen profesional aunque de orientación predominantemente biologista. A continuación me describen que el hijo ha pasado unos días que no se encontraba bien, inquieto, un poco más delirante de lo normal. Sin solución de continuidad, me comentan que esto tiene que ver con que se retrasó un día en la inyección del neuroléptico depot que tiene prescrito.

Contratransferencialmente, en ese momento el profesional que lo atiende experimenta una mezcla de desaliento y sentimiento de opresión, de estar siendo incluido forzosamente en un modo de explicación que ubica al paciente siempre en el lugar de un cerebro enfermo, donde toda condición de subjetividad ha desaparecido. Controlando su tendencia a reaccionar, el profesional dice que no creía que esa fuera la explicación; finalmente se limita a plantear que quizás hay otras explicaciones posibles al comportamiento del hijo, sin manifestarse a favor ni en contra de la que ellos plantean. Dicha intervención abre la cuestión y el diálogo”. Desde nuestro punto de vista lo que permite salir de ese atolladero relacional, es que el terapeuta pueda discriminar lo que el grupo familiar deposita en él, así como salir del dilema etiológico que permitiría a la familia etiquetar rápidamente también al terapeuta y dejar de pensar.

Sin embargo esto no siempre resulta fácil, “Es como si "la sombra del contexto" espantoso cayera sobre nuestra necesaria omnipotencia, y por un momento cesaran la esperanza y la creencia en el crecimiento psíquico, los que constituyen nuestra identidad terapéutica.

Durante el trabajo terapéutico el analista también asume salvar a su paciente del arresto que le ha sido impuesto a su proyecto identificatorio. Pero en algunos momentos la "omnipotencia salvadora" del terapeuta puede perderse. He percibido que ello puede ocurrir en la contratransferencia y se experimenta como un "desaliento", como una sutil señal de que el contexto alienante padecido por el paciente nos ha alcanzado y englobado.

Algunas notas sobre los equipos y las instituciones

En un ejemplo inverso al anteriormente expuesto sobre la organización de las salidas en una institución de Rehabilitación, observamos una situación en la que se había llegado a producir una cierta autonomía de los pacientes respecto al equipo, citándose, ya desde hacía algún tiempo, directamente en la puerta del lugar en el que se iba a desarrollar la actividad –sin llegar allí todos juntos y “pastoreados”-. Pero en un momento determinado se produjo una “regresión” en el grupo de pacientes, como consecuencia –respuesta- de algunos cambios producidos en el equipo –la mitad de los profesionales se fueron y entraron otros nuevos a sustituirlos-, llegando los pacientes a pedir –por boca de uno de ellos, recién incorporado al Centro- que, otra vez volviesen a ir todos juntos desde el Centro al lugar de la actividad, acompañados por profesionales. Además, los pacientes expresaron desconfianza hacia el nuevo equipo, argumentando que los nuevos integrantes de éste “eran muy jóvenes”.

El avance hacia una mayor autonomía que habían logrado los pacientes en el vínculo simbiótico con el equipo, gracias al buen “holding” que éste pudo ofrecer a los núcleos ambiguos que le fueron depositados, fue inmediatamente revertido al percibirse los cambios de profesionales como una amenaza de ruptura del vínculo simbiótico establecido. El equipo aparece a sus ojos –por su “juventud”- como no siendo capaz ya de hacerse cargo de esas depositaciones.

Es ahora tarea del equipo tratar de convertir esta situación en una nueva oportunidad de crecimiento para los pacientes. Oportunidad de crecimiento que necesariamente también lo es para ellos, a partir del obligado ajuste entre sus vínculos que les permita reencontrar esa función continente, distinta al “pastoreo” de pacientes, que abra a éstos nuevas posibilidades de evolución.

Constituirse en un equipo que permita crecer a los pacientes supone adoptar una posición discriminada ante sus depositaciones. Esto, en último extremo, debería llevar a la separación. Un ejemplo de la dificultad para asumir este lugar discriminado lo encontramos en la siguiente situación: En un equipo de atención psicosocial a familias, mientras se revisaban los casos que se mantenían en alta, se produjo el siguiente emergente: una integrante del equipo dijo “hay casos en los que me es más fácil seguir como hasta ahora que cerrarlos”. Venía esto a cuento de una serie de casos que no se entendía bien por qué se mantenían aún en la cartera de usuarios del equipo: sea porque no había ninguna intervención establecida en esos momentos, o porque se había llegado al límite “posible” en la intervención realizada... casos ante los cuales “seguir como hasta ahora” era más fácil … que separarse.

Esta dificultad para cerrar casos –dar altas- nos hace pensar en la necesidad del equipo de retener a los usuarios, pero también en la necesidad de éstos de ser “retenidos”, debido a la dependencia establecida. Una relación simbiótica que reproduce con el equipo características de la propia relación intrafamiliar. Para el equipo, como diría Bleger, cerrar el caso equivale a reintroyectar lo que éste tiene proyectado o depositado en esas familias, aspectos propios, confusos o indiscriminados.

Pero las depositaciones que los equipos tienen que soportar, y discriminar, no proceden solamente de los pacientes sino también de la institución en la que se inscriben. Hablábamos antes de la “extrema adaptabilidad del paciente psicótico a contextos (ya sean familiares o institucionales) que podríamos definir en un sentido amplio como maltratantes”, y esto es algo que podemos observar también entre los profesionales. Por ejemplo, en la aceptación acrítica de normas de funcionamiento que podemos considerar infantilizantes, en tanto dificultan una ubicación ante la problemática de los pacientes que responda a criterios profesionales y no a las necesidades organizativas o de control de la institución. Un ejemplo de esto sería lo que observamos en algunos dispositivos socioasistenciales: el tiempo de atención en las entrevistas que cada profesional puede dedicar a cada usuario –pacientes y/o sus familias- está prefijado por la institución. Del mismo modo, tampoco puede determinar la frecuencia con la que verá a un usuario, sino que ésta –el tiempo que transcurre entre una cita y la siguiente- viene determinada por la disponibilidad de su agenda cuyo control está puesto en manos de personal administrativo.

La institución suele esgrimir razones de tipo organizativo: así se “garantizaría” “atender” a un mayor número de personas… No parece importar garantizar que reciban la mejor asistencia por parte de un profesional, que no tiene opción de determinar la frecuencia de entrevistas con un usuario que considera más adecuada al diagnóstico que haya podido establecer.

Podemos pensar que así la institución se alía con las resistencias que provoca “hacerse cargo” del paciente. El profesional aprende a “hacerse cargo” de los pacientes con el estudio, con la práctica clínica pensada, con el conocimiento que tenga de sus modos de vinculación, de sus angustias y temores. Lo que aquí nos preguntamos es por el “holding” que la institución da a sus profesionales y equipos, que les facilitará, o no, crecer, “hacerse cargo” de sí mismos en la medida necesaria para poder hacerse cargo de otros.

BIBLIOGRAFIA

CHAIGNAU, H. “Ce qui suffit”. L’information psychiatrique, 1982, vol. 59, 3.

HOCHMANN, J.: “L’institution mentale: du rôle de la theorie dans le soins psychiatriques desinstitutionalisés”… L’information psychiatrique, 1982, vol. 58, 8, 985-991.

AMATI, S. “Ética y vergüenza en la contratransferencia” Rev APA 1990

AMATI, S. “La modesta omnipotencia” Rev APA 1996

AMATI, S. “La defensa de la ambigüedad en los espacios de la subjetividad” Revista de Psicoanálisis l Tomo LXXl Nº 2/3 l 2014

BLEGER, J. “Simbiosis y ambigüedad” Ed. Paidos

FISCHETTI, R. “Glossario blegeriano” Ed. Armando Editore


 

[1] Una síntesis de este trabajo fue presentada en la Asamblea internacional sobre investigación en la Concepción Operativa de Grupo, Rimini, 20-22 de octubre de 2016.

[2] Grupo de Estudio formado por Amalia Alarcón (psiquiatra), Raúl Cifuentes (médico geriatra), Violeta Suárez (psicóloga), Federico Suárez (psicólogo) y Antonio Tarí (psiquiatra).

[3] La simbiosis en las instituciones asistenciales podemos observarla en las relaciones:

Profesional – equipo

Profesional – usuario

Equipo – usuario

Institución - equipo

[4] “Lo cruel” como forma más universal de la crueldad, donde “lo esencial de la crueldad aparece velado por el acostumbramiento” (Ulloa, “Sociedad y crueldad”, 1999). “Se reniega la intimidación y se vive con ella como un elemento normalizado”. (Ibidem)

[5] La idea o el objetivo de no-estigmatizar, que trata de reproducir con el usuario un vínculo distinto al de profesional – paciente, debería reflexionar sobre a qué otro modelo se parece o se quiere parecer… La vida cotidiana en un Centro no tendría que asemejarse a lo familiar, que lo enfermó. El paciente, o usuario, tratará inevitablemente de hacer en el Centro lo mismo que en su casa, reproducir un vínculo enfermo: esto es lo que deberíamos tratar de captar, a lo que deberemos estar atentos, a esa repetición… para, justamente, nosotros no repetir. Señala H. Chaignau, respecto al tratamiento institucional: "Más modernas son las nociones según las cuales un enfermo psicótico, en particular un esquizofrénico, instituye donde está, un modo relacional que tiende a reproducir el sistema familiar". CHAIGNAU, H. “Ce qui suffit”. L’information psychiatrique, 1982, vol. 59, 3.

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